jueves, 24 de mayo de 2007

El monte

El terreno era extenso. Una importante porción de él estaba cubierta por un denso monte. El resto era césped y árboles frutales. En el medio, una humilde aunque cómoda casita.

Él estaba contento, hacía tiempo que buscaba un lugar así para descansar de las tensiones de la semana. "Desenchufarse" lo llamaba.

Unos pasos atrás, el vendedor, atento, observaba cada uno de los movimientos de sus ojos, de las expresiones de su boca, del ritmo de su respiración, intentando predecir el futuro de la operación.

--¿Cual sería el precio final? -pregunto el.

--Si realmente le interesa podríamos tener una atención --respondió aliviado el vendedor.

Él no era tonto. Tantos años en los negocios, a veces con políticos, le habían desarrollado el entrenamiento necesario para percibir cierta ansiedad en la voz, o en la velocidad para contestarle, de su interlocutor. Meses después comprendió que en lo que se equivoco fue en sus razones

--Si es así vayamos a su oficina a cerrar la operación --le dijo dándole un ultimo vistazo al monte que dominaba el terreno

Por primera vez en mucho tiempo se sentía feliz. Ese lugar para el representaba el merecido fruto de muchos años de trabajo y esfuerzo.

No tardó en instalarse. Llevo en un camión una mesa, cuatro sillas, una cama, un ropero, vajilla, sabanas, frazadas, utensilios de aseo para el baño y una reposera.

Durante su primer día en el lugar fue al pueblo a hacer compras y, ya de vuelta, se hizo un asado. La siesta la durmió en la reposera arrullado por el sonido del viento entre los árboles del monte.

Esa tarde paseo por los caminos de tierra aledaños. A la noche, luego de unos mates a modo de cena, se fue a dormir a la habitación que había preparado en la casita.

A la medianoche se despertó. Del monte el murmullo de la tarde se había intensificado. Salió a la puerta con una linterna. "Que raro, no hay viento" pensó. Se acercó lentamente a la densa sombra de los árboles siguiendo el circulo de luz de su linterna mientras el sonido se iba apagando a cada paso que daba.

El no era ni un hombre temeroso, ni falto de carácter pero la situación le extraño. "Será algún tipo de pájaro" reflexiono y resueltamente volvió a su cama.

Esa noche no durmió, el ulular de monte se mantuvo constante, con altibajos, durante toda la noche.

A la mañana temprano, luego de un mate cocido con galletas, se dirigió resuelto a investigarlo. No encontró nada. Solo árboles, arbustos, pájaros y alguna que otra liebre que se escapó a su paso.

Ya al anochecer el ruido del monte otra vez comenzó a hacerse sentir. Suavemente al principio pero con mas y mas fuerza a medida que promediaba la noche.

No se dejo amedrentar, se levanto de la cama, agarro un viejo revolver -recuerdo de su abuelo-, la linterna y se dirigió resueltamente al motivo de su desvelo.

Sin embargo cuando llego a los primeros árboles el silencio era denso. El haz de luz no revelo nada aunque esta vez la investigación la realizo a fondo. Al volver a su casa el profundo ulular había reanudado

Tampoco esa noche durmió y al día siguiente -trascurrido el fin de semana- volvió a la ciudad para retomar su rutina de trabajo. No estaba bien descansado, sus tareas las realizo descuidadamente y de vuelta a su hogar el descanso no fue reparador. El misterio de monte ejercía sobre el una atracción hipnótica. No podía dejar de pensar en el lamento que provenía de su interior y las causas que lo provocarían.

Así pasaron los meses. Cada fin de semana volvía a su casita del campo investigando, indagando, revisando cada centímetro de su superficie buscando una explicación que no existía.

Luego de varios años, una mañana, un vecino que, camino a su trabajo cortó camino por el monte, lo encontró muerto entre los árboles aferrado a una linterna con las baterías agotadas.

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