jueves, 17 de mayo de 2007

Rocco

Su vida estaba signada por una rutina que no había cambiado por años: llegar de trabajo, llenar el cuenco de comida balanceada de Rocco -su gato-, cambiarle el agua, prender el televisor, preparar su propia comida, abrir una cerveza, mirar su serie favorita, lavar los cacharros sucios, tomar la pastilla -que en su momento le había recetado el médico- e irse a dormir.

Esa mañana cuando se despertó sintió que algo estaba fuera de lugar. En ese momento no se dio bien cuenta que, pero la sensación persistió aun cuando salió a su trabajo y continuó a lo largo de todo el día.

Esa noche cuando volvió a su casa -ya cansado- vio que la comida que el día anterior había servido al gato no fue tocada.

"¿Dónde esta Rocco?", pensó.

Lo busco en su sillón favorito, en el lavadero, sobre las pilas de ropa sucia y aún debajo del sofá -donde alguna vez supo esconderse- pero el gato no estaba.

Abrió la puerta del jardín. Lo recibió la oscuridad de los árboles y el murmullo del viento entre las hojas.

--Rocco!!!! --grito.

En una torre lejana se prendió la luz de un departamento.

--Rocco, Rocco!!! --insistió.

La luna asomo entre las nubes.

Se metió nuevamente en su casa, cerrando cuidadosamente con llave la puerta y comenzó a buscarlo por todos lados, aún en aquellos donde sabía -íntimamente- que no podía estar.

No encontró nada.

Se acerco al teléfono y dudo un instante hasta que se decidió.

--Hola, soy yo, el dueño de Rocco. ¿Que tal?, ¿cómo estas?, decíme, ¿por casualidad lo viste en tu jardín? -preguntó.

Escucho unos minutos y se despidió.

Realizo mas llamadas pero ninguno de sus vecinos había visto al gato.

Esa noche no prendió el televisor, tampoco se cocinó nada ni abrió su cerveza. Se hizo un sándwich que acompaño con un vaso de agua.

Cuando termino, dejo sus cosas en la mesa y se quedo ahí mismo, sentado en el silencio de su casa. No se fue a dormir a su cuarto. Durmió de a ratos un entrecortado sueño matizado de pesadillas que jamás recordó.

A la mañana siguiente, cansado, se fue al trabajo.

Ese día todo salio mal. Las cuentas no sumaban, en el stock había faltabantes, los despachos no llegaban a horario.

Por fin el día terminó.

Volvió a su casa.

El cuenco de comida del gato estaba vacío. Alrededor de su vasija de agua había un charco con las marcas de sus patas.

El tomó el cuenco, le puso comida balanceada. cambió el agua, limpió la suciedad en el suelo y se puso a cocinar.

Prendió el televisor y tarareando una vieja canción abrió una cerveza.

2 comentarios:

Marichu dijo...

Así es el amor puro y verdadero, basta con sentir que..."sé que estás bien" y todo vuelve a la calma.

Me gustó tu blog.

Saludos

Unknown dijo...

Gracia dulce... Lamentablemente no segui escribiendo nada mas para este blog.
Mas alla de que si lo hacía bien o mal... me gustaba mucho hacerlo y compartirlo.
En otro orden de cosas estuve mirando tu blog y lo que leí me gusto mucho...
Te mando un beso