jueves, 3 de mayo de 2007

Las piedras

Esta vez sintió urgencia por pasar unos días en su casita de la playa. Hacia tiempo que había sobrepasado sus propios limites y necesitaba tiempo y espacio para pensar.

La llegar, luego de dejar sus pocas cosas en la rustica cabaña bajo a la playa.

El mar estaba sereno y
una fría neblina llegaba desde la bahía, atravesando los bosques. Respiro profundo. "Tal vez ahora podré reflexionar un poco sobre todo lo sucedido" pensó.

El atardecer lo sorprendió con los ojos perdidos en el mar. El sol -como siempre lo hace en esas latitudes- teñía de de rojo sus pensamientos. La luna lo devolvió a su casa.

A la mañana siguiente se levanto temprano para salir a correr. En la playa no había nadie y mientras dejaba velozmente sus pisadas en la arena el aire fresco lo hizo sentir nuevamente vivo.

Cuando el ritmo de su trote lo fue acercando al horizonte vio una diminuta figura sentada junto al mar. Curioso fue disminuyendo su carrera hasta que pudo distinguir a una mujer, vieja, andrajosa -que le hizo recordar aquellas brujas de los cuentos, hablando sola. "¿Que esta haciendo?" se pregunto extrañado, "aquí no hay nadie".

Ya caminado, cunado estaba por pasar a su lado , ella se paro y, cruzándose en su camino, mirándolo a los ojos le dijo: "no tengas miedo, yo conozco tu problema".

El no supo que fue lo que hizo que detuviera: si lo intempestivo de su frase, si la curiosidad, porque le produjo gracia la soberbia de su afirmación o tuvo miedo de que ella -por alguna oscura razón- supiera algo.

--¿De que hablas? --le preguntó-- ¿Qué sabes?

--Me lo dijeron las piedras --aseguro ella volviéndose a sentar a la orilla del mar como si él no existiera.

-¿-Que piedras? --pregunto extrañado

--Las que hay en el bosque, en ellas brilla tanto el pasado como el futuro.

--
Muy bien, entonces llévame a verlas --dijo él, extrañado de su propio comportamiento.

La mujer, sin decir palabra, se volvió a incorporar pesadamente y comenzó a caminar hacia el limite del bosque.

--No te van a servir de nada sino crees --le anunció

--Como sabes que no creo?

No le contestó y caminaron en silencio un rato. El bosque cada vez se hacia mas denso. Él -por un momento- tuvo ganas de regresar pero la curiosidad se hizo cada vez mas fuerte.

De pronto llegaron a un claro donde, en el centro, sobre una cuna de hojas, brillaban tres enormes piedras que le parecieron diamantes.

--Son estas? --pregunto tontamente. Pero ya estaba solo. La mujer había desaparecido.
Se acerco a ellas y -sin tocarlas- se quedo mirándolas. La luz, entre los árboles creaba curiosas formas ante sus ojos.

Nunca nadie supo que paso durante las horas que estuvo allí -absorto- mirando sus brillos. Ni siquiera él mismo recuerda como volvió a su casa. Lo que si se sabe es que esa noche durmió con una paz que los últimos meses no le habían otorgado.

A la mañana siguiente -como si nada hubiera pasado- volvió a levantarse temprano para realizar su trote matutino por la playa. Luego de unos largo minutos vio a la figura junto a la playa como si nunca se hubiera movido de allí.

Corriendo se acercó a ella hasta detenerse

--Lo viste le pregunto?

Y mientras retomaba el aire luego de su veloz carrera asintió y
movió la cabeza con lentitud, sonriendo y sudando.

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